Alta autoexigencia y ansiedad: cómo dejarlas atrás y empezar a vivir con tranquilidad
Que gran parte de la ansiedad con la que convives cada día tiene que ver con lo mucho que te exiges a ti misma creo que ya lo sabes.
Lo que no sé si sabes es que esto es algo que aprendiste desde bien pequeñita como estrategia para sentirte valiosa y querida. Que lo demás pudieran ver lo bien que hacías todo era una garantía de tener su atención y amor, y que pudieran decir ‘pero que hija/ alumna/ sobrina/hermana tan buena que tengo’.
Y esto es algo que se ha quedado grabado dentro de ti de forma inconsciente. Una creencia sobre ‘cómo tienes que ser para ser querida’ que hoy en día sigues llevando arrastras en tu vida, y que al final, conecta con una herida.
Así que hoy voy a empezar por decirte algo que en el fondo yo ya sé que tú también sabes, y es que ya no eres una niña y, por lo tanto, no necesitas seguir demostrándole nada a nadie, ni siquiera a ti misma.
Desde la mujer adulta que eres puedes darte el permiso de hacer las cosas de una forma distinta que te garanticen el poder vivir sintiéndote tranquila y sobre todo, en paz contigo misma.
Pero antes de contarte cómo poder hacerlo posible, déjame comentarte algo más.
Y es que has asociado tu valía con dos aspectos:
- Lo que haces y cómo lo haces (en vez de quién eres y tu para qué)
- Lo que opinan los demás de ti misma (en vez de lo que opinas tú de ti misma)
¿Te habías parado a pensarlo?
Quizás tu vocecilla interna (o tu ego, llámale como quieras) te dice que no, que no tiene nada que ver con eso, pero yo estoy segura de que si la calmas y te paras a escucharla atentamente, en algún momento te reconocerá que realmente es cierto.
Es la negación de lo evidente, que le cuesta mirarse de frente.
Y es que seguro que has crecido pensando que tu perfeccionismo y exigencia, en realidad, son cosas buenas porque te han permitido conseguir muchas cosas: terminar tus estudios, tener el trabajo que tienes, la casa en la que vives, etc, pero yo te pregunto, ¿a costa de qué ha sido?
Y no me malinterpretes, la ‘autoexigencia’ bien gestionada puede ser buena porque te permite alcanzar cosas, pero creo que es mejor llamarla – compromiso -, porque, si te fijas, la palabra exigencia ya implica algo negativo, una fuerza, un exigir, un pedir algo, que inevitablemente puede llevar a lugares no deseados.
Y es que cuando te exiges demasiado puedes encontrarte con problemas como los de este listado:
- Frustración y rabia porque las cosas no salen como a ti te gustaría
- Conflicto habitual con las personas que están a tu alrededor porque no cumplen con tus expectativas
- Estar criticando, analizando, apuntando con el dedo y juzgando todo lo que ves a tu alrededor, incluida a ti misma, con lo que eso supone para tu autoestima
- Agobio, estrés y ansiedad por querer llegar a todo y la necesidad de que tengas que hacerlo perfecto
- Agotamiento mental y físico porque necesitas tenerlo todo controlado
- Sentirte culpable por no ser capaz o por equivocarte, o incluso por ser tan autoexigente
- Etc, etc
Es curioso, porque hablándote de todo esto me doy cuenta de que, al final, te estoy haciendo una descripción de cómo yo era hace unos años.
Y menos mal que puedo hablar de ello refiriéndome al pasado porque ahora soy consciente de que la carga que solté al dejar de exigirme tanto ha hecho posible que mi camino por la vida sea mucho más liviano.
De echo esto me hace pensar en una pequeña anécdota que me apetece contarte.
Hubo un día en el que mi madre hace ya un tiempo, a mis 38 años me ‘echó la bronca’ literalmente, como a una niña pequeña, porque me había vuelto muy desordenada. No entendía y le frustraba muchísimo (ahí su propia exigencia salió a flote) ver como esa niña perfeccionista que siempre fui y que siempre tenía todo perfecto, ahora vivía con ropa amontonada y sin recoger, entre algunas otras cosas.
Si te soy sincera, yo a veces también me sorprendo de sentirme cómoda con esto, porque hace años era algo que me sacaba de mis casillas y ahora puedo permitírmelo sin que signifique que viva en el caos. Ahora lo que sucede es que no me altera, no me influye en mi día a día, y si algunos días debo tener la casa desordenada, no se me va la vida en ello. La ordeno cando puedo, y listo.
Pero bueno, sigamos con la historia. Cuando mi madre me dijo esto, menos mal que en ese momento yo ya me sentía fuerte y tranquila conmigo, por lo que ante tal comentario, mi respuesta fue muy sencilla. Bueno, más bien le hice una pregunta…
- Mami, ¿verdad que tú me vas a seguir queriendo, aunque yo ahora sea más desordenada?
Me miró a lo ojos con una carita de niña, y seguidamente me dijo:
- Hombre, pues claro, de eso no hay ninguna duda, yo siempre te voy querer.
Sonrío al contártelo porque creo que es probablemente el ejemplo más claro de lo que representa todo lo que ya te he mencionado y una muestra de que tenemos miedo a cosas que seguramente no sucederán.
Pero como siempre, ahora me dirás, vale, si, Gema, esta es la teoría que hay detrás de ser tan exigente con una misma, pero amiga, ahora dime CÓMO hago para dejar de serlo y soltar la ansiedad que esto implica en mi día a día.
Así que aquí vengo yo hoy de nuevo a contártelo con mis famosas listas. Empezamos:
1. Aprende a relativizar. Este es el primer paso. Relativizar significa poner en perspectiva, darle a cada cosa el peso que realmente tienen dentro de todo aquello que engloba tu vida. A mí, a día de hoy, te voy a confesar que me entristece mucho darme cuenta de la cantidad de discusiones que tuve con mi ex por ‘cositas’ del hogar que podrían haberse solucionado de una forma sencilla, pero que afectaron a nuestra relación por la fricción que eso generó, cuando si hubiera relativizado, nos hubiera ahorra muchos enfados…
Pero claro, cuando una está ahí metida, a veces cuesta verlo, así que te recomiendo que empieces por hacerte estas preguntas para empezar a practicarlo:
- En una escala del 1 al 10, ¿hasta qué punto esa cosita que te molesta es realmente importante como para que te impida estar tranquila?
- De todas las cosas que hay en tu vida, ¿qué porcentaje ocupa esta cosita a lo que le estás dedicando tanta energía ?
- ¿Merece la pena seguir con ello? ¿A costa de qué?
Hay un ejercicio de visualización que suelo hacer en mis sesiones individuales que es una maravilla para trabajar precisamente este tema.
2. Reduce expectativas. Esos malditos deberías. Esto debería ser así, o asá, o yo si fuera esa persona lo hubiera hecho o lo haría de tal manera….y ahí te quedas atrapada en todo un discurso teórico de cómo deberían ser las cosas, que hace que si no se cumplen, tu acabes agobiándote y estresándote, haciendo que tu ansiedad se dispare.
¿Qué hay detrás de las expectativas realmente? Lo que hay es una mente que vive en el futuro en vez de en el presente, por eso practicas como el Mindfulness y el Yoga ayudan a trabajar y gestionar este tema, porque son prácticas que entrenan tu mente y tu cuerpo para que estén en el aquí y en el ahora, y no en ningún otro lugar.
3. Abraza lo imperfecto. Y te diría que lo empieces a llamar PERFECTO. ¿Quién dijo que lo imperfecto no es perfecto en si mismo? ¿Quién ha dicho que las cosas tengan que ser de una manera concreta? ¿A quién le estás haciendo caso?
Estoy segura de que vives con esa ansiedad de que todo tiene que salir perfecto, que nada falle, que todo esté bien, etc, pero eso siento decirte que significa que no eres realista.
La vida humana implica ‘imperfecciones’, errores, subidas y bajadas, lo blanco con el negro, la luz con el sol, lo positivo con lo negativo.
Querer que todo esté en un solo lugar es negar la característica más descriptiva de nuestra existencia como seres humanos, que es la diversidad y el cambio.
4. Ríete de tus errores. A carcajadas, por favor. Ríete de ello, suéltale peso. Ya hemos visto cómo de importante es aprender a relativizar y a sentirte bien con lo mal llamado imperfecto, así que ahora toca practicar el reírse de ello. Y si esto aún cuesta, pregúntate lo siguiente:
-
- ¿Qué es lo peor que puede pasar cuando te equivocas?
- ¿Qué es lo que te preocupa realmente?
- ¿Quizás lo que vengo a decirte en el punto siguiente?
5. Deja de darle importancia a lo que los demás puedan pensar. Cositas típicas que te dice tu mente:
Si no hago esto bien seguro que…Se van a reír de mi
- Van a pensar que soy tonta
- Van a pensar que no valgo para nada
- Van a pensar que no soy una buena profesional
- Van a pensar que…¿qué más?
¿Pero sabes qué es lo peor de todo esto? Que el problema no es tanto que los demás piense esto de ti, sino que en el fondo eso es lo que tú piensas de ti misma, y por eso te genera tanta angustia.
Y este es el punto clave realmente, y es que para que te deje preocupar lo que los demás puedan pensar de ti lo que hay que hacer es trabajar en la seguridad en ti misma. Sólo cuando estés bien contigo y estés segura de quien tú eres, con tu autoestima en el punto adecuado, lo que opinen los demás te dará bastante igual. Palabrita de mujer que lo ha logrado.
6. Conecta con quien tú ERES de verdad. Detrás de toda esa autoexigencia se esconde una mujer que, resumiendo, lo que tiene es MIEDO de ser ella misma, por eso se esconde en todos esos deberías, así que se hace fundamental que te abras a explorar e indagar quien tú eres de verdad.
Se que a veces puede parecer extraño planteárselo, pero estoy segura de que si te escuchas con atención y cuidado, darás con esa mujer que se ha estado tanto tiempo ocultando, y creo que ya es hora que la dejes ‘salir del armario’.
Por supuesto que todo esto es un trabajo que se tiene que ir haciendo progresivamente, con mucho mimo y cuidado, e ir de la mano de alguien que te acompañe a integrarlo se hace necesario, por lo que si tú quieres, yo estoy aquí para darte mi mano y poder lograrlo.
Y antes de terminar, permíteme recordarte algo:
Mereces vivir tranquila, sintiéndote en paz contigo y sin tener que exigirte tanto a ti misma
Te mando un abrazo,
Gema
Hola, soy Gema
Y ante todo, soy mujer y humana, como tú.
Una mujer con una historia de vida, que ha aprendido que existe otra forma más sana y equilibrada de relacionarse consigo misma y con los demás, y que ha decidido compartir su conocimiento con más mujeres como tú, porque creo que otra forma de vivir es posible, sin tanta exigencia, sin tanto correr, sin tanto depender de la opinión o necesidad de los demás, y sobre todo, MÁS CONECTADAS CON NUESTRA ESENCIA, CON NUESTRA VERDAD.
Y también soy...
COACH PERSONAL
Me he formado como Coach Transpersonal especializada en Relaciones, y antes de esto me formé en Coaching con PNL, Programación Neurolíngüística, y Mindfulness
PROFESORA DE YOGA
El Yoga para mi fue (y sigue siendo) una salvación. Ese lugar donde parar y escucharme, y darme lo que necesito, sin permiso ni validación de nadie. Desde este lugar comparto mi parte más espiritual (no religiosa)
AUTODIDACTA
No sé que sería de mi sin leer libros. Con ellos aprendo y amplio conocimiento que me ayuda a seguir creciendo y compartiendo